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El 22 de octubre de 1924 nace en Camagüey (Cuba), Susana Richa. Pasó parte de su infancia en la isla, 5 años para ser exactos, hasta que viajó en barco, en compañía de sus padres, rumbo a Panamá. Era el año de 1929.

Estudió en la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, en la provincia de Veraguas, donde consiguió el título de maestra. Después se tituló como Licenciada en Filosofía, y más adelante, como profesora de Español por la Universidad de Panamá. Luego se trasladó a España para llegar a ser Doctora en Filología por la Universidad Complutense de Madrid.

Conoció a su esposo cerca de la década de 1960, el señor Hugo Torrijos Herrera, hermano del general Omar Torrijos Herrera, cuando era diputado por La Chorrera. Mucho tiempo después, cuando quedó viuda, varias personas le sugirieron a Susana que continuara su carrera política.

En el ámbito de la educación pública fue Supervisora Nacional de Español, subdirectora y luego Directora Nacional de Enseñanza Secundaria y Directora Nacional de Enseñanza, entre otros cargos. Además, es autora de varios artículos y ensayos.

Más adelante se involucró en la política y trabajó muy de cerca con el general Torrijos. Entre 1994, y hasta 1998, fue gobernadora de la provincia de Panamá. Después renunció a su cargo para ser candadita (fue electa) a legisladora de la Asamblea Nacional por el entonces distrito de La Chorrera y fue reelecta en ese puesto de elección popular en el 2004. Fue vicepresidenta de la Asamblea Nacional en dos ocasiones: 2001-2002 y 2006-2007.

Susana Richa fue Ministra de Educación entre 1981 y 1984 y fue decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá durante dos periodos. Tuvo tres hijos: Hugo, Magda y Balkis, aunque tristemente, uno de ellos (que fue político y formó parte del Partido Revolucionario Democrático) falleció en el 2010.

Susana es importante para Panamá, ya que con toda su experiencia y dedicación, nos demuestra a nosotros como jóvenes que no importa cuán importante eres, ni el ámbito político en el que te desenvuelves, lo realmente valioso es enseñar a otros, ya que te llena mucho como persona.

Susana siente a Panamá como su patria. Lucha por la educación de nuestro país de manera significativa. Ella nació para triunfar y ser la gran dama que es hoy en día.

La profesora Gykza de Spencer enseña en el Wisdom Academy, y es mi consejera. En su niñez sufrió mucho, pero adquirió las fuerzas necesarias y ahora es la mujer valiente, fuerte e inteligente que conozco.

Nació el 14 de agosto de 1982. Su padre era Ricaurte Chong (Panamá) y su mamá Mayola Cardona (Colombia). Completaba la familia su hermana mayor Carolina.

Llegamos a 1986. Panamá enfrenta la dictadura militar del general Manuel Antonio Noriega. En aquel entonces nace su hermana Paola. En esa época se mudan a Colombia, a la casa de su abuela, pero fue por un corto tiempo porque era tensa la relación entre la abuela y su hija Mayola.

Gykza era una niña muy feliz junto a sus hermanas. En 1989 nació su hermano Juan Sebastián. Sus papás tenían su propio negocio y económicamente estaba todo bajo control. Su hermana y ella asistieron a uno de los mejores colegios y vivían en uno de los mejores barrios.

Sí recuerda que comenzaron a presentarse muchos problemas entre sus padres. Era tan pequeña que no lograba entender lo que pasaba. Sus papás viajaban mucho y estuvieron mucho tiempo ausentes de la casa. Ella comprendía que lo hacían por trabajo y que gracias a esto gozaban de muchos privilegios. A pesar de que tenía a muchas personas para atenderlas, ella se encargó de sus hermanos, para que ellos no sintieran la ausencia de sus padres.

A raíz de todos estos viajes, sus padres decidieron que debían volver a Panamá, así que para 1994 su papá retorna a Panamá, para que cuando el resto de la familia llegara tuvieran todo listo. Pocos meses después llegan a Panamá, dejando todo lo que tenían en Colombia, y vuelven a iniciar de cero.

Entraron a un muy buen colegio en Panamá, vivían en una casa que, aunque no era tan grande y bonita como la anterior, era cómoda y con todo lo que necesitaban, pero esto no duró mucho. Llegaron los problemas económicos y con ellos los problemas familiares.

Pasaron de vivir en un lugar muy bonito a residir en el barrio chino, en un edificio horrible. Aun recuerda aquellos tiempos y lo primero que le viene a la cabeza es el olor a basura y orina que había al llegar a ese lugar. En ocasiones no tenían ni para comer, y en las noches no había agua en el inmueble.

Su papá comenzó a trabajar de salonero en fiestas y su mamá cosía ropa ajena. Gykza tenía 12 años y tuvo que madurar muy rápido. Iba al colegio y los fines de semana trabajaba con su papá como salonera para ganar dinero para ayudar con los gastos de su casa.

Ella recuerda aquella Navidad. Sus hermanos eran pequeños y ella le dice a su mamá que no le comprara nada, que mejor les diera alguito a sus hermanos. Ella ya había disfrutado de muchas navidades llenas de regalos.

La situación entre sus padres cada vez era más tensa. Escuchó gritos, malas palabras y golpes, y justo en ese momento el amor que sentía por su papá se convirtió en rencor.

Con el tiempo la situación económica empezó a mejorar, aunque siempre había altibajos. Pudieron salir de aquel lugar tan deprimente. Ella continuaba trabajando con su papá los fines de semana y ayudaba a su mamá en el taller de ropa.

Su papá entraba y salía de sus vidas. Cada vez las peleas aumentaban de intensidad. Eso la llevó a estar más cercana a su mamá y protegía a sus hermanos para evitarles tanto dolor.

En todos esos años entraban y salían de diferentes casas, debido a que en ocasiones había dinero y en otras no. Admiró tanto a su mamá porque a pesar de tantas situaciones, nunca dejó de luchar por sus hijos. Su papá era un ausente.

Se graduó del colegio en 1999, a los 17 años, e inició la universidad. Poco tiempo después conoció a Alexis Spencer, su futuro esposo. Ingresó a Derecho, pero interrumpió su educación al quedar embarazada, casi de manera seguida, de sus tres hijos: Alexis (nació en 2002), Isabel (2004) y Andrés (2005). Más tarde obtuvo la licenciatura de la enseñanza del inglés.

En 2018 Ricaurte Chong falleció por dificultades en el corazón.

Todas las cosas que le tocó vivir le enseñaron a nunca rendirse. De su mamá aprendió a ser la mujer fuerte que es hoy y la admira grandemente, y de su papá aprendió que, aunque se tomen malas decisiones, siempre se puede enmendar el camino.

El doctor Raúl Agustín González Valencia nació el 7 de julio de 1951 en el Hospital Santo Tomás, en la Ciudad de Panamá. Su afrodescendencia viene de su abuelo paterno de apellido Mosquera, de origen colombiano, quien fue asesinado en su finca ubicada en la provincia de Los Santos, víctima del racismo de la época, un hecho que ocurrió un poco antes de que su hijo, Raúl González, naciera.

El apellido González proviene de su abuela santeña, de Filomena González, quien murió al dar a luz a su hijo Raúl. En esa región no había por esa época tantos recursos médicos para la atención adecuada de una embarazada. Su padre fue criado por su familia santeña y de adulto conoce a la madre biológica de Raúl Agustín, Nicolasa Valencia. Ella era muy joven e inexperta por lo que no sabía cuidar a su primogénito. 

A los 2 años, Raúl Agustín no era querido por su familia, por lo que su padre se lo entregó a su vecina, la joven Brígida Fajardo, quien se ofreció a cuidarlo. Brígida, oriunda de la provincia de Darién, era de condición humilde y no tuvo oportunidad de estudiar. Ella era la mayor de 9 hermanos, a quienes protegió mientras sus progenitores cuidaban la finca. Después, cuando ya era adulta, se trasladó a la Ciudad de Panamá.

Cuando Raúl Agustín llegó a la casa de Brígida estaba enfermo, con mucha hambre, fiebre y lleno de parásitos, pero ella lo cuidó y amó mucho. Le enseñó que era importante ser honrado y estudiar. Él tenía un cuarto pequeño, no tenía bolso para llevar sus útiles, no tenía libros, así que él iba a la biblioteca a estudiar y forraba sus cuadernos con periódicos.

El padre de Raúl Agustín tomaba mucho alcohol y era mujeriego. Por eso al niño le hacían bullying en el colegio. Su padre tampoco le pagó los estudios. Lo único que aprendió de su progenitor fue a reconocer cuando había un policía en la carretera por las señales de los otros conductores.

Raúl Agustín estudió en la escuela primaria Josefina Tapia y después en la escuela secundaria José Dolores Moscote. Cuando tenía 15 años vendía billetes y chances de la Lotería Nacional de Beneficencia para ganar dinero y eso fue hasta los 18 años. Su padre se fue para hacer el sueño americano a Estados Unidos, e hizo otra familia por allá. Luego llegó el día que los iban a desalojar de su casa, porque su padre no les pagaba la mensualidad, así que Raúl Agustín encontró un trabajo de limpiar un edificio de apartamentos.

Cuando estaba en la escuela secundaria, unos profesores planearon cambiarle las notas y que no quedara en el cuadro de honor, para darle la beca que le correspondía a otro alumno. Igual por su esfuerzo y dedicación logró una beca para estudiar la carrera de Medicina en la Universidad de Panamá.

Ha llevado a cabo distintas conquistas académicas como posgrado en Medicina Familiar, posgrado en Salud Pública, posgrado en Gerencia en Gestión de Riesgo y Preparación de Desastres. Durante 10 años fue profesor en la Licenciatura de Urgencias Médicas en la Universidad Especializada de las Américas y ejerció como director de Urgencias Médicas a nivel nacional. Creó el Sistema Institucional de Salud para Emergencias y Desastres, por dos años fue consultor nacional de la Organización Panamericana de la Salud y durante 6 años fue director del Programa de Salud de Adultos del Ministerio de Salud de Panamá.

Desde hace 47 años, Raúl Agustín está casado con Amelia Alarcón y tienen 3 hijos: Giselle, Ruth y Raúl Isaac. Tuvo una clínica desde 1985, y durante 15 años, en la cual ayudó a mucha gente con pie diabético, salvando a pacientes por medio de un ungüento hecho por él para que no le amputaran las piernas. Ha sido consejero familiar, junto a su esposa, por 44 años, ayudando a muchas familias en aprietos.

Hoy en día tiene 72 años y es un hombre de fe, con una feliz y grande familia en Panamá y en Puerto Rico.                                                                     

Había una mujer valiente llamada Keiling Giron, una joven de 25 años, quien junto a su pequeño hijo Juan, de 7 años, emprendió un viaje incierto en busca de una vida mejor. Huyendo de la difícil situación en su país de origen, después que su ex novio, padre de su chico, abusara diariamente de ellos sin darles ni para comer, decidieron atravesar el temido Tapón del Darién para llegar a un lugar lleno de esperanza.

El camino a través de la densa selva era difícil y peligroso. Llevaban 3 días caminando por rutas sin estar seguros si iban por el camino correcto. Varias veces sentían que iban dando vueltas en los mismos sitios, pero seguían adelante. A Juan lo tenía mayormente cargado en su espalda para evitar picaduras de animales que se encontraban en esos senderos selváticos.

A lo largo de su andar, Keiling y Juan se encontraron con otros migrantes que también buscaban un futuro más prometedor de la mano del sueño americano. Sin embargo, no todos fueron amigables. Algunos se mostraron desconfiados y hasta groseros. La tensión era notable en el grupo, ya que todos compartían desesperación y temor. En ocasiones, Ana intentó entablar conversaciones con los demás para buscar apoyo mutuo, pero en lugar de solidaridad, a menudo encontraban desconfianza y rudeza.

Llegó un día que partió sus vidas en dos. Cuando estaban intentando cruzar un río, Juan perdió el equilibrio y cayó al agua. El corazón de Keiling se detuvo mientras veía a su hijo luchando contra la corriente. Sin pensarlo dos veces se lanzó al agua. La potencia de la corriente era mucho más fuerte que ella, pero nada puede contra la fortaleza de una madre. Keiling nadó desesperadamente hacia Juan, extendiendo una de sus manos para alcanzarlo.


El agua golpeaba sus cuerpos de manera violenta, pero Keiling nunca se rindió. Agarró a su hijo con una fuerza inesperada, pero la corriente al final pudo más que ella. A pesar de todos sus esfuerzos, Juan se desprendió de las manos de su mamá, quien lo vio desaparecer por unos segundos en el río.

Keiling se aferró a su maleta, que había utilizado como flotador, y volvió a intentar sujetarlo. El cuerpo de Juan estaba golpeado por el agua y las rocas, pero aún así ninguno se dio por vencido. En un último esfuerzo sobrehumano, ella lo atrapó en sus brazos y lo llevó a un punto donde la corriente no era tan intensa. Con lágrimas de alivio, finalmente llegaron a la orilla del río, exhaustos, pero vivos.

Aunque habían perdido la maleta, que servía como flotador y el dinero que en ella contenía, lo único que importaba era que estaban juntos y con vida. La seguridad de Juan era lo más relevante. Ante este giro de la vida decidieron cambiar su rumbo y se quedaron en Panamá en busca de un mañana más estable y seguro para ambos.

Con determinación, Keiling buscó trabajo en la Ciudad de Panamá. Después de algunas semanas de indagar y preguntar, tuvo la fortuna de encontrar empleo como empleada doméstica en una familia amable y generosa, quienes valoraron su dedicación. Le dieron empleo, paga y un lugar para dormir. También enviaron a Juan a la escuela para que pudiera aprender muchos conocimientos y para hacer muchos amigos.

Keiling y Juan encontraron la felicidad en Panamá. A pesar de las dificultades que habían tenido, ahora tenían un lugar seguro y un futuro brillante. Aunque no todos los que intentan cruzar lugares peligrosos como el Tapón del Darién tienen la misma suerte. Muchos enfrentan desafíos terribles y no logran sobrevivir. Esta historia nos hace reflexionar sobre la difícil realidad que enfrentan los migrantes y nos recuerda la importancia de la compasión y la ayuda mutua en un mundo lleno de retos.

En esta tarea, donde tuve que buscar a un panameño especial, me encontré con alguien muy relevante en el sector de Parita, en la provincia de Herrera, en Panamá. Su nombre es Eduardo Cedeño Batista, quien nació en Chitré, y se crio en Parita.

Sus raíces son una mezcla entre afroamericano y español. Él y sus padres vienen de una casa bastante
pobre. Eduardo y su familia pasaron por momentos bastante duros, donde no había trabajo entre sus adultos y poca comida para recibir. Pero él nunca se sintió menos, a pesar de que estaban pasando por momentos difíciles. Su familia se caracteriza por ser positivos y agradecidos con lo que tienen.

Los suyos trabajan en equipo. En particular su abuelo, quien los apoyó mucho. Este adulto mayor fue un pilar muy importante, y cuando falleció la situación se puso más compleja para todos, ya que él ayudaba siempre a cada uno de ellos (a nivel económico y con diferentes trabajos).

No había dinero y la comida estaba muy limitada. Pero gracias a las enseñanzas de su abuelo poco a poco pudieron seguir adelante. A pesar que son humildes, él se siente rico, ya que recibe mucho amor de sus padres y entre todos colaboran.


Eduardo tiene 19 años. A tan corta edad ayuda a mucha gente, y en especial, a la juventud. Por ejemplo, organiza muchas actividades en su pueblo, como eventos deportivos y de música. Su meta principal es que los jóvenes (o personas de cualquier edad) se entretengan en acciones positivas, y así evitar estar en malos pasos.

Si Eduardo ve que alguien tiene algún talento especial busca la forma de cumplirle sus sueños. Él les dice que todo se puede y que nada es imposible. Esto me impresiona mucho porque no es muy común en alguien de su edad.

Ahora es el soporte de mi hermano, quien tiene el talento de componer música. Para mi hermano era solo un pasatiempo, pero Eduardo lo apoyó y lo ayudó a conseguir gente que escuchara su música, y
ahora hasta una de sus canciones fue emitida en la radio. Esto es solo un ejemplo de las ayudas que él brinda.


Eduardo siempre está buscando maneras de proteger al medio ambiente. Participa en la recolección de basura en las playas, colabora en jornadas de siembra de árboles y también en reciclaje.


Nuestro personaje tiene una beca para llevar a cabo sus estudios universitarios en Derechos y Ciencias Políticas. Su meta es poder ejercer su carrera como abogado, para seguir ayudando a la gente necesitada.

Eduardo es un muchacho muy sencillo y humilde, pero con mucho corazón. Estoy 100% segura que le irá muy bien en la vida, ya que a la gente buena le llegan momentos positivos. Seguramente escucharán su nombre en el futuro.

El 15 de febrero de 1985 nació la panameña Carmen Montezuma, quien pertenece a la comarca Ngöbe Buglé. Proviene de una familia numerosa integrada por 11 hermanos (7 mujeres y 4 hombres).

Su madre, doña Leila Montezuma, quedó viuda, pero sacó a sus hijos adelante trabajando en el
campo con la ayuda de sus hijos mayores, cosechando granos.

Carmen, a sus 7 años, luego de la muerte de su padre Bolívar Montezuma, dejó la familia y se trasladó a Tolé en compañía de una tía, quien por razones personales no pudo tenerla con ella por mucho tiempo y fue adoptada por la familia Cedeño Samudio, quienes tenían 2 hijos, pero acogen a Carmen como una integrante más de su familia, convirtiéndose ella en la hija menor, disfrutando de todos los derechos y deberes que tiene un niño, entre ellos, la educación.

Comienza sus estudios de primaria en la escuela Natá, ubicada en el corregimiento de Quiebra de
piedra, en el distrito de Tolé y donde más tarde se graduará de Bachiller en Comercio en el año 2004.

Siguió sus estudios universitarios y obtuvo el título de Licenciada en Informática Educativa en el año 2012, aunque hoy día se desempeña como profesora de Educación Artística.

A pesar de haber nacido dentro de un pueblo originario, donde existen tradiciones como la danza El Jegui y el Caracol, ella no las adoptó, ya que creció con otras costumbres diferentes.

En el año 2020 contrajo matrimonio con Alexis Eduardo Reyes, quien fue aceptado por la familia biológica de Carmen a pesar que no pertenece a la comunidad indígena. Ella se siente agradecida y bendecida con Dios por poner en su camino un excelente ser humano de quien recibe todo el apoyo y cariño
necesario para ser una mujer feliz.

Hoy agradece a la señora Sonia Samudio, quien la orientó a reforzar los valores que debe tener una persona como parte fundamental de la vida, tanto en el ámbito formativo como personal para poder seguir los estudios, ser la profesional que es hoy en día, poder impartir sus conocimientos con sus alumnos y ayudar al prójimo como un día lo hicieron con ella. Carmen siempre recuerda con gran alegría sus raíces y los bonitos momentos que vivió con sus hermanos a orillas del río.

En los suburbios de Rangel (Luanda, Angola) nació el 3 de abril de 1991 Janicy Marilia Manuel Braga Dos Santos. Llegó al mundo en una familia extensa llena de primos, primas y sobrinos.

Por sus oficios, sus padres pertenecían a la clase media alta, sin embargo, ese nivel económico no se aplicaba para el resto de su familia.

La rama de su papá se destacó por el lado académico. Casi todos eran profesionales: ingenieros, químicos y maestros. Su abuelo fue emigrante de la isla San Tomé y Príncipe y su abuela era de Catete (Zambia). Mientras la mayor parte de los suyos por el costado de su mamá no pasó de séptimo grado.

Desde joven, Janicy fue extrovertida y madura. Desde pronto destacó en distintas disciplinas deportivas, en particular ha obtenido reconocimientos con la práctica del boxeo.

Durante su niñez no tuvo contacto con sus raíces africanas, ya que emigró a Cuba cuando tenía 2 años. Al ser sus padres diplomáticos, fueron asignados a emigrar a la isla caribeña a trabajar en la Embajada de Angola.

Sus padres se conocieron en una misión oficial que ambos realizaron en Uige (Angola). Intercambiaron números de trabajo y allí su padre empezó a cortejar a su madre. Mucho tiempo después su papá falleció. Desde entonces su madre es la persona más importante en su vida y siente que tiene que protegerla y cuidarla.

La pérdida de su padre la hizo sentir triste, sin embargo, siempre tiene presente las palabras de aliento que le inculcó: “Nunca dependas de un hombre, debes ser una mujer independiente”. Consejo que mantiene firme en sus convicciones.

Cuando regresó a Angola, muy poco conocía la cultura y las costumbres africanas. Este retorno la llevó a residir a un país pobre, donde vivía en una choza, algo común en aquel país. A las semanas buscaron una casa más cómoda, aunque eran evidentes las diferencias entre las clases sociales. En cambio, en Cuba residió en edificios o en casas bonitas debido a la posición diplomática que mantenían.

Años más tarde regresó nuevamente con sus padres a Cuba, siendo otro golpe, ya que todo parecía no haber avanzado mucho, todo estaba igual. Janicy fue a estudiar en el 2011. Su madre estaba muy feliz porque siempre quiso que terminara sus estudios en Psicopedagogía. Su papá, quien ya había fallecido para entonces, siempre la motivó a estudiar mucho.

Lo más difícil fue vivir el duelo de su padre lejos de su familia. Lo superó sola, gracias a su fortaleza. Se enfocó en sus estudios y en las palabras de su padre, que le decía que tenía que ser mejor profesional que él, y dio el 120% para lograrlo, siendo la estudiante extranjera con el mejor promedio y seleccionada como alumna universitaria más integral en múltiples ocasiones.

Mucha gente le pregunta qué pasa por su cabeza de boxeadora. Qué curioso. Para ella es algo normal que cualquiera puede hacer, no es nada del otro mundo, solo se requiere esfuerzo, disciplina, ganas de aprender y enseñar. Siempre dice que tiene 3 existencias: la docente, la deportista y su vida personal, casi nunca una coincide con la otra porque sabe separar y poner cada una en su lugar.

Le gusta el proceso de enseñanza y aprendizaje. Ha estado frente a un aula con adultos y con niños. También hace videos informativos en sus cuentas en YouTube, Instagram y Tik Tok, enseñando su trabajo, dando consejos a padres y maestros para mejorar.

Como maestra, sabe que puede frustrarse por querer hacerlo mejor. Desea que sus niños avancen y adquieran muchos conocimientos. Por eso, les enseña a ser fuertes e independientes y a nunca decir: «no lo puedo hacer». Son tantas metas que siente que el tiempo no le alcanza. Desea quererlos a todos por igual, pero se encariña más con uno que con otro. Es una tarea agridulce que tiene sus pros y sus contras. Preferiría su trabajo como psicopedagoga, pero no se puede remar contra la marea, ese es el empleo que hay, por lo tanto, lo toma y hace lo mejor que puede.

La vida de boxeadora. Empezó yendo al gimnasio para mantener la figura y terminó enamorada de este deporte. Para seguir practicándolo tuvo que hacer una introspección: se alejó de amistades sedentarias y parranderas. Reestructuró su campo de acción, dejó de consumir alcohol y de salir a fiestas, para enfocarse en su crecimiento como boxeadora, cuando quiere algo lo consigue, y no piensa parar o alejarse de su disciplina por nada ni nadie.

La educadora Olga Salvemin se siente bien consigo misma. Tiene valores cimentados desde pequeña por su familia. Ella es hija de dos inmigrantes: Nicolás Salvemini y Elizabeth Cerny, quien de paso es la persona más importante en su vida y a la cual ve como una mentora.

Es nieta de Maximiliano Cerny, combatiente en la Segunda Guerra Mundial y la menor de tres hermanos del clan Salvemini: Sergio y Susana.

Olga nació en 1972. Creció en un hogar donde sus padres siempre lucharon por su felicidad y su salud. Fueron sus padres quienes le enseñaron el valor de la honestidad y siempre demostraron respeto hacia sus decisiones y valoraron cada uno de sus esfuerzos.

Estudió su primaria en un colegio de monjas y luego hizo su secundaria en un plantel premilitar.

Ella y sus hermanos siempre estuvieron unidos. Cuando su padre llegó a Venezuela comenzó a trabajar como submarinista. Después comenzó de cero a constituir dos empresas gracias a que era una persona inteligente y hábil para los negocios, pero con el tiempo lastimosamente enfermó. Olga y sus hermanos cambiaron su estilo de vida, ya que tuvieron que ayudar económicamente a sus progenitores.

Curiosamente sus dos hermanos se casaron el mismo año y cada uno hizo su vida. Mientras, ella se quedó en casa colaborando con sus adultos mayores, ya que se quedaron sin empresas debido a la enfermedad de su padre. Lo valioso es que sus padres les enseñaron a saber vivir cuando tenían y cuando no.

Tiempo después, Olga se graduó de bachiller. Después comenzó la carrera universitaria de Administración, pero no la continuó, se retiró durante el segundo año porque se dio cuenta de que le gustaba más trabajar con niños. Fue cuando recordó lo feliz que fue a los 14 años, cuando en una de las empresas familiares llevaron a cabo una iniciativa que llamaron con cariño La Escuelita.

Fue la época en que junto a su hermana le enseñaron a chicos a leer y a escribir. Y desde entonces fue su pasión brindar conocimientos a los más pequeños. Así empezó su nueva carrera formativa. Se graduó a los 5 años de profesora en educación preescolar.

En materia amorosa tuvo dos relaciones. Su primer amor fue a los 14 años y fue una relación que duró 12 años, pero luego terminó. Después, a los 26 años, conoció a Juan José Cándido, con quien se casó y quien le demostró que sí se podía volver a enamorarse.

Él era un venezolano, de padres portugueses, con quien tuvo a su hijo Nicolás. Su matrimonio fue pleno durante 10 años, hasta que en el 2012 la vida cambió de manera radical y repentina, ya que su compañero murió. Todo pasó muy rápido y ella enfrentó miedos, soledades, angustias, un dolor profundo y una inexplicable tristeza, pero a pesar de eso nunca se dejó vencer, ya que tenía una razón de ser: su hijo, que aún no cumplía sus 8 años.

Cuando llegó a Panamá, dos años después de enviudar, le pasaron un sinfín de situaciones, pero ella nunca dejó de creer que todo iba a mejorar y siempre diciéndose que uno debe vivir sus sueños, pero viviendo y no dejándose morir.

Olga abrió una guardería con mucha ilusión, pero tuvo que abandonar ese sueño que con tanto amor e ilusión había construido.

Ella salió adelante con la frase: «las cosas siempre mejoran». Aprendió que cuando uno hace sus acciones con humildad y sin dañar a nadie, tendrá la fortaleza para seguir. Hoy día Olga sigue luchando y trabaja como una educadora, que la llena y para lo que se preparó toda su vida, y aunque algunas veces se siente triste, no por esto dejar de sonreír y tener esa actitud positiva que la ayudó a cumplir sus sueños.

El 29 de agosto de 1978, en la provincia de Chiriquí, nació un niño de humilde familia llamado Alexis. El médico del hospital les informó a sus padres que su hijo fue diagnosticado con “Hidrocefalia y parálisis cerebral”.

Fue un duro golpe para sus padres, pero no se rindieron. Su madre Mirta Gómez se abocó a darle el mejor cuidado. A veces sentía frustración y angustia de poder hacer poco o nada, aunque toda la familia se unió para buscar ayuda en neurólogos y fisioterapeutas.

Mirta protegió a su hijo como una leona. Lo defendió del peligro y le dio mucho amor. Alexis creció y se convirtió en un niño fuerte, rodeado del cariño de sus seres queridos.

Al ingresar a la escuela primaria en 1984, siempre fue apoyado por una tía suya, quien daba clases en el mismo plantel y lo ayudó para que pudiera incorporarse al sistema estudiantil sin dificultades. En la Escuela República de Francia estuvo hasta 1990. Cursó estudios secundarios en el Colegio Instituto David desde 1991 hasta 1996.

Viajó a Estados Unidos, desde 1992 al 1994, con ayuda de la logia Shriners, país donde recibió terapias y tratamientos. Los médicos expertos en este tipo de discapacidades lo atendieron con mucho esmero.

Así Alexis recuperó el dominio de su brazo y de su pierna izquierda, que por las secuelas de la parálisis le afectaba en sus actividades diarias, motivo de que sufrió bullying en su etapa escolar. Como todo un guerrero salió adelante porque nunca se rindió.

Alexis tiene un hermano menor, Ricardo Alexis Reyes Gómez. En varias ocasiones durante su niñez lo dejaban sus padres a su cuidado. Él lo protegía y sentía gran responsabilidad por él. Siempre les pedía a sus padres que confiaran en él porque Alexis siempre ha sido muy valiente, buen hijo y buen hermano.

Y como buen chiricano siempre le ha gustado reírse, ser amable, servicial, ayudar a los otros y ser buen amigo.

Alexis inició estudios universitarios en 1998 y los culminó en el 2006. Se especializó en el idioma inglés y sus padres orgullosos lo acompañaron siempre en su andar académico.

Tiene dos mentores que han colaborado a que sea un gran profesor, Víctor Guerra y Maritza Ortega, quienes le enseñaron a ser un docente a carta cabal y fueron sus guías en la carrera formativa. Alexis nunca ha dejado de hacer lo que se propone y no ve barreras por sus limitaciones: siempre lo que se propone, lo alcanza. 

Hay alguien más especial en su vida: su esposa Carmen Montezuma, una artista plástica y docente. Alexis encontró en ella a su alma gemela. Su compañera de vida, al igual que su madre, lo hacen sentir como en casa, a gusto.

El amor de familia es clave para Alexis. De niño, disfrutó mucho a sus abuelos. Le encantaban las historias que ellos le contaban sobre sus aventuras en el campo, las labores de la tierra, cuidar el ganado, atender el gallinero y cuidar a sus hijos.

Le gusta mucho estar en sus tierras chiricanas, en sus playas, estar con su gente y disfrutar cuando viaja a su tierra natal. En la actualidad reside en la Barriada Lassonde, en la ciudad de David (Chiriquí), aunque a veces se siente triste de estar lejos de sus seres queridos.

Le gusta mucho la canción I Still Haven’t Found What I’m Looking For, del grupo irlandés U2, y quisiera que cuando ya no esté, la canten en su honor. Siempre le gusta oír una buena serenata y adora las películas románticas porque es muy sentimental.

Para Alexis, la respuesta ante la vida es seguir adelante. Aceptar su condición le ha valido para transformarse y vencer los obstáculos. Le gusta ayudar a otros que están en su misma situación y orientarlos en el camino. Alexis es alguien que ha dejado huellas.

Su deseo más grande es convertirse en abanderado de su provincia y abarcar más espacios en la formación pública: labora como docente del Ministerio de Educación desde 2020. Trabaja en la comunidad La Esmeralda en el Archipiélago de Las Perlas. Su ilusión es colaborar a que muchos chicos como lo fue Alexis accedan a la educación y puedan estudiar idiomas, como a él le ayudó el inglés para desarrollarse como todo un profesional. Su lema es «Que ningún niño se quede sin recibir educación”.

Yo agregaría una frase de Mérida, la figura central de la película animada Brave (2012), que calza con la personalidad de Alexis: “Nuestro destino vive en nosotros. Sólo debes ser lo suficientemente valiente para verlo”.

Las personas eligen emigrar por diferentes razones: por empleo, para escapar de conflictos, huir de factores ambientales, por aspiraciones educativas o ya sea por propósitos familiares.

China, situada en el este de Asia, es el más grande de todos los países asiáticos. Tiene una de las poblaciones más grandes del mundo con 1 400 millones de personas. Con más de 4 000 años de historia registrada, es una de las civilizaciones más antiguas. Su primera dinastía se desarrolló entre el 2100 y el 1600 A. C. China fue uno de esos territorios que florecieron en lo económico y cultural desde las primeras etapas de la civilización humana.

Les contaré una historia de mundos lejanos, de los miembros de mi familia Wing 泳 ; chinos, claro. Eran ricos terratenientes en el sur de China que amasaron una gran fortuna de la mano de la agricultura. 

Una figura prominente que estaba haciendo cambios drásticos en China era Mao Zedong, un político y revolucionario comunista que fundó la República Popular China. Hizo confiscar todas las propiedades de los terratenientes y varios fueron sometidos a asesinatos en masa por parte de miembros del Partido Popular Chino.

Con la creación del Partido Comunista, y la situación desfavorable para la familia Chen en 1950, un primo de la bisabuela emigró a Panamá para la construcción del Canal de Panamá.

Más tarde, con el Movimiento de Reforma Agraria en China, el hermano de la bisabuela, como cabeza de familia, fue capturado, acusado y torturado frente a todo el pueblo. Un servidor público lo colgó boca abajo de su dedo gordo del pie, y lo golpearon con palos.

Mis antepasados tuvieron suerte porque escaparon de otras formas de castigo más severas como la ejecución. El número exacto de víctimas asesinadas en el marco del Movimiento de Reforma Agraria nunca se sabrá, pero se estima que fue entre 1,5 a 2 millones de personas entre 1947 y 1952.

El hermano de mi bisabuela escapó y emigró a Panamá, dejando atrás a toda su familia, esposa e hijos. Esto fue bajo mucho dolor y tristeza. Con la ayuda de un primo que trabajaba en el Canal de Panamá, se estableció en la ciudad capital y pronto se convirtió en un hombre de negocios. Con el paso del tiempo, su familia se mudó a Panamá.  Esto fue tanto un milagro como una gran alegría.

Mientras tanto, mi abuelo estaba sirviendo al país como soldado en la guerra chino-vietnamita, un breve conflicto que ocurrió a principios de 1979 entre China y Vietnam.

Mi bisabuela, temiendo por la vida de mi abuelo, lo trajo a Panamá en la década de 1980 con su esposa. Así es como mis bisabuelos emigraron a nuestro país y se establecieron para tener a su familia aquí, lejos de los conflictos bélicos. 

Mi familia todavía posee en China su casa en esas vastas tierras, montañas y recibe un pago anual del Gobierno, que se distribuye entre solo los hombres que llevan el apellido de la familia.  Esto es parte de la cultura de China desde hace muchos años.

En la actualidad, mis abuelos, que aún viven, van anualmente a China y caminan hasta la cima de la montaña de la familia para rendir homenaje a nuestros antepasados.

Estoy contento de vivir en Panamá y estoy orgulloso de pertenecer a una dinastía familiar tan importante, eso y más es parte de ser emigrante y de ser integrante de una familia.